Año II – Núm. extraordinario y último.
Aguilar de Campóo, 10 de abril de 1915.
Autor: Bernardo
Colaborador
Mi despedida
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En mayo del pasado año, cuando preparamos el primer número de este periódico, parecíanos poco menos que imposible asegurar su tirada durante tres meses. Insensiblemente pasó el primer trimestre, el segundo y el tercero, y pudiera transcurrir todavía otros muchos si no estuviéramos persuadidos de que el tiempo consagrado al periódico nos será de más utilidad y provecho dedicado a los negocios que nos proporcionan los medios de nuestra vida.
Más de once meses ha vivido «El Águila»; deja su desaparición un vacío insondable, y los que en él colaboramos, sentimos algo así como remordimiento al abandonar la empresa apenas dada cima, cuando libres de obstáculos por todas la veredas solo vislumbrábamos satisfacciones, merecidas por los pasados disgustos y contrariedades.
Pero algún descanso hemos de proporcionar a los que leen con cara hosca o analizan palabra a palabra todo el contenido del periódico, y donde se ve indiferencia, ven odio, a pesar de que hemos demostrado que esto por nadie lo sentimos. Son muchos los meses que llevan de sobresaltos y es hora ya de descansar, pero… nada de fanfarronerías, estamos todos decididos, aunque ello implique algún sacrificio, a reaparecer con más frecuencia que ahora, si chilla quien debe callar. Ya lo sabe Vd.
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Nació «El Águila» en el florido mes de mayo. Muere cuando la naturaleza despierta de nuevo de su letargo; cuando la vegetación revive y las aves sostienen sus idilios al mismo tiempo que construyen el nido para cobijar el fruto de sus amores.
A inspirarme para el primer trabajo de «El Águila», fui a contemplar el sublime espectáculo de la naturaleza; hoy para el último, volví, tras larga ausencia, a mi retiro preferente, donde, abstraído de todo contacto, vaga la imaginación por ideales regiones, el alma concibe pensamientos tan bellos, tan incomprensibles para las almas vulgares y tan dignos de ser cantados por mágicas plumas, que lloro al comprender la imposibilidad de bosquejar las rápidas y gratas emanaciones que me sugiere el panorama magnífico presentado ante mí.
Hoy me siento rebelde, mi juventud no se aviene a convencionalismos.
El periódico de Aguilar debe subsistir aunque no sea más que para cantar sus innumerables bellezas, y sean plumas tan toscas y tan burdas como la mía las encargadas de tal misión. Que hay mejores escritores, ¿quién lo duda? Pues bien, sean ellos los cantores, me corresponderá a mí corear sus estrofas y me sentiré orgulloso.
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