Año II – Núm. 25
Aguilar de Campóo, 10 de enero de 1915.
Autor: J. Matanza
Polémicas de café
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Indudablemente no hay problema de más actualidad que la guerra europea, y ésta es objeto de todas las conversaciones; surgen fracófilos y germanófilos por todas partes; hablan porque sí y juzgan cada episodio como les parece.
Después de una partida de dominó, uno de los jugadores (que lee «ABC» y «El Siglo futuro») coloca cuatro fichas frente a otras cuatro, y llevando con una mano las cuatro que representan otros tantos cuerpos de ejército del Impero germánico, se merienda las cuatro que hacen oficio de fuerzas aliadas; pero enseguida, el otro señor, lector de «El Liberal», «Correspondencia», etc. etc., lleva el seis doble, sin saber cómo ni por dónde y colocándole detrás del ejército del Kaiser, dice que ha verificado un movimiento envolvente y ha copado dos cuerpos de ejército alemanes, haciendo suyo, como es natural, cañones, ametralladoras y no sé cuantos miles de prisioneros.
Dice el refrán que «De poeta, médico y loco, todos tenemos un poco»…, y yo sabía que también teníamos algo de guerreros,
por eso hubo un Empecinado; pero creía que no poseíamos tan a fondo la ciencia de la guerra, ni que llegara a tal punto el entusiasmo por unos u otros, que la Prensa se dividiría en dos bandos y entre partidarios de Francia o de Alemania hubiera hasta coscorrones.
Solo porque los periódicos de gran circulación lo han dicho, cree mucha gente que el heroísmo de los belgas eclipsa al de los espartanos en las Termópilas…
¡Señores!…, que Amberes, la ciudad mejor fortificada del mundo (quizá solamente la iguale el campo atrincherado de París) se rindió en tres días a un ejército en número no muy superior al que la defendía. ¿Qué diremos entonces nosotros de nuestra Gerona, de nuestra Zaragoza de Baler? Preguntad a esos señores que hablan del sitio de plazas, si saben algo de Poliorcética [arte de atacar y defender la plazas fuertes] o si conocen los modernos métodos y nuevos elementos de combate?
Otros están esperando que los aeroplanos resuelvan el pavoroso conflicto en un solo vuelo, y piensan que con dejar caer bombas y más bombas, ha de ser reclamada la paz. ¿Saben ustedes qué es un aeroplano, cuál es su misión, ni que radio de acción tiene un dirigible?
Hay quien dice que es un acto de barbarie sin precedentes la destrucción de la catedral de Reims, como si la guerra fuera producto del derecho natural y como si la vida de un hombre no valiera más que una catedral, por muy gótica que sea.
Hay muchos que sienten simpatías por unos o por otros, porque sí; porque el Emperador es mejor mozo que Mr. Poincaré,
o porque los aliados son un pisto de razas o porque han oído hablar de que esta lucha es la lucha del militarismo contra la civilización… Y a los que así hablan no les preguntéis donde está Alsacia, pues no saben ni geografía elemental.
Pero, ¿por qué nos extrañamos? Tenemos a la prensa de gran circulación diciendo disparates a troche y moche. Casi todos los periódicos repiten un día y otro que en una población, después de un bombardeo, han caído tantos obuses. ¿Saben los que así escriben qué es un obús? «Nuevo Mundo» último publica una curiosa caricatura en que se representa a Alemania destruyendo la moral… ¿Es que Francia es la moral personificada?
Por último, la Agencia Havas comunica a «El Mundo» del día cuatro, que «los aviadores franceses en su raid sobre Triburgo, sólo lanzaron bombas sobre los edificios militares y con un fin puramente estratégico»… ¿Sabe quien esto ha escrito lo que es estrategia?
Acordándonos del refrán castellano que dice: «En boca cerrada no entran moscas», hagamos votos porque la paz sea con nosotros; que las naciones beligerantes oigan las palabras de Cristo: «Amaos los unos a los otros». Y… españoles, no habléis de lo que no entendéis.
J. Matanza
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