Timócratas y corruptos
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Por Nacho Martínez Franco
Entre las diversas formas de gobierno que describió el gran filósofo Platón se encontraban la oligarquía, la democracia y la tiranía, pero también nos habló el gran pensador griego de la timocracia.
En la timocracia no mandaban los mejores, sino los más ambiciosos. Hombres más atentos a su medro personal que al bien de la comunidad. Atraídos por el dinero –la codicia siempre ha sido un grave problema–, se enriquecían ocultamente, y, por lo que se refiere al poder, más que el del Estado les interesaba el suyo propio.
Según esto, no parece que los timócratas hayan sido una especie exclusiva de la antigua Grecia. Diríase que, como los hongos, se han dado en todos los otoños de la historia. Y en la actualidad no iban a producirse en menor medida ni a ser menos perniciosos.
A tales personajes no parece serles rentable trabajar honradamente. Sería una contradictio in terminis. Para qué tanto esfuerzo. Lo suyo es la acción rápida y el cobro en mano. Y, a ser posible, “sin IVA”. Y para sus mafiosos fines nada mejor que situarse en un territorio de grandes oportunidades e impunidades: la política. ¡Qué lástima!, siendo en sí misma una actividad noble, siempre que se desempeñe con vocación, sin ambición y al servicio de los demás.
¿Hacer política para el bien de la polis y de sus ciudadanos?… ¿Defender el interés general? ¿Practicar la virtud? ¡Antiguallas de filósofos idealistas de tiempos pasados! Y si no que se lo pregunten a Sócrates que por practicar la virtud y la honradez lo condenaron a muerte. Aquí lo que mola es el enriquecimiento rápido. La prevaricación, el cohecho, la malversación de fondos públicos, el tráfico de influencias, las contrataciones a dedo, las subvenciones à gogo y sin justificación del gasto constituyen un rico muestrario de instrumentos eficaces para sus fines ilícitos.
Y ahora me pregunto: ¿Es que no disponen los partidos políticos de filtros para impedir la entrada en sus filas de estos indeseables? ¿Es que no dispone el Estado de fiscales defensores de la legalidad? ¿Dónde están los órganos de control de la Administración? ¿Tal vez los hay pero fueron sido desactivados o amordazados para evitar el fin para el que se crearon? Demasiadas preguntas sin respuestas claras.
Causa estupor y desacredita el sistema político que en una situación de crisis económica tan profunda para cuya superación se están exigiendo no pequeños sacrificios a los ciudadanos, se mantengan, atrincherados en sus despachos o en sus escaños, a determinados personajes que han dado muestras sobradas de cuál es el interés que les mueve en la política. Evidentemente no el bien común, sino el suyo propio. Como a los antiguos, antiquísimos, timócratas.