EL ÁGUILA
Año I – Núm. 19, Aguilar de Campoo, 10 de noviembre de 1914.
Autor: Jesús Polanco
Marcos Gutiérrez
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El Castillo de Aguilar
Elogio al valeroso, al heroico defensor del castillo de Aguilar, el aguilarense Marcos Gutiérrez de Benavente, que se hace en un curiosísimo manuscrito del siglo XV que se custodia en la sección correspondiente de la Biblioteca Nacional de Madrid.
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Es preciso que busquemos el espíritu de Castilla y no nos demos un punto de reposo hasta encontrarle.
Tal ha dicho recientemente, en solemne fiesta literaria, uno de los intelectuales castellanos que más asiduamente laboran por resucitar el genio de nuestra raza, ese genio castellano que rebasó su patria, dio vida a España entera y se desbordó después por Europa y América: parece ser que nos vamos ya dando cuenta de que anda desde entonces perdido y de la necesidad de reencontrarle para poblar con el genio de la raza madre la casa vacía de donde saliera para llenar el mundo…
En su busca ando ya precisamente con esta menguada empresa de resucitar cosas viejas que traigo entre manos en este y en otros periódicos de la región, aunque no soy de los que creen que cualquier tiempo pasado fue mejor ni niego a los presentes ninguno de sus evidentes progresos en todos los órdenes de la humana actividad, ahora mismo al observar el hermoso espectáculo de los sabios maestros del mundo, que sobre las ideas han puesto sus banderas nacionales y emplean la ciencia en defensa de la justicia de sus causas,
mientras nuestros pseudo-talentos desdeñan todo lo patriótico y desviven por las corrientes extranjerizantes vuelvo la vista con mayor deleite que nunca hacia aquellos varones castellanos de los siglos pretéritos que imponiéndose a todos los pueblos y reinos de la península ibérica fueron el eje de la nacionalidad española.
Si queremos que resurja el espíritu castellano, ha dicho un escritor coterráneo nuestro, y representante en la vida española contemporánea todo lo que debe representar debemos hablar mucho de todas aquellas cosas sutiles y espirituales que puedan llevarnos a la formación del sentimiento regional de que carecemos los castellanos exaltando, entre otros medios, los estudios históricos de la región.
Aunque en esfera más modesta y más circunscripta, esa y no otra es la orientación de todos mis trabajos en este periódico y lerdo será quien no haya visto como finalidad primordial de ellas un anhelo perseverante de remunerar hechos y costumbres de aquellos tiempos donde justamente tomó encarnación ese genio castellano que tan sabiamente ha cantado no ha muchos días el señor Royo Villanova al inaugurar el curso del Ateneo Vallisoletano.
Pueblo de héroes fue el pueblo de Castilla; pueblo de grandes y nobles ideales vinculados siempre en el engrandecimiento del solar patrio y por historias y romances andan los nombres de algunos de aquellos espíritus férreamente disciplinados en el imperio del deber; viven, no obstante, la mayoría de ellos soterrados por la ignorancia y juzgo que será tarea meritoria el resucitar sus memorias para que puedan servir de enseñanza y de ejemplo a estas generaciones de hoy.
Y así como he ido haciendo en números anteriores con los más preclaros varones de la ilustre casa de los Manriques, quiero rendir hoy la debida preferencia sobre todos ellos al noble, al valeroso, al heroico defensor del castillo de Aguilar, Marcos Gutiérrez de Benavente, transcribiendo íntegro a continuación el elogio que de esa gloria aguilarense se hace en un curiosísimo manuscrito del siglo XV que se custodia en la sección correspondiente de la Biblioteca Nacional de Madrid y que dice textualmente así:
«Muchos grandes caballeros han en los anales de España cuyos hechos son de inmortal memoria especialmente un Marcos Gutiérrez: tenía el castillo de Aguilar por
Don Diego López de Haro: teníalo cercado el Rey Don Alfonso de León y tanto se defendió Marcos Gutiérrez que faltando el mantenimiento comían los cueros e zapatos e ratones e yerbas; murieron todos salvo el Marcos Gutiérrez y ya que moría de hambre tomó las llaves al cuello y tumbóse a la puerta del castillo do cayó desmayado. Como combatiesen el castillo y no se defendiesen dentro, escaláronle y le hallaron sin ningún sentido: lleváronle ansí en brazos; con dolor le veían morir siendo tal caballero. El rey hízole curar e tornó en sí e quería hacerle mercedes mas él no las quiso e fuese a su señor a moros do estaba huído; fue por entre cristianos y moros nombrado el esfuerzo y fidelidad deste caballero. Don Diego olgó mucho con él: un día loábanle a Don Diego su lealtad e respondió leal fue, más querría yo mi castillo. Marcos Gutiérrez salióse solo y vínose al Rey de León e púsose entre los perros (sic) mal vestido; como fue conocido dijéronlo al Rey. El Rey invió por él y dijo, sepa Su Señoría que por yo ser leal me ha denostado Don Diego; no quieras tú Magnífico Rey pues sabes lo que yo hice que así muera como anda. Tórname el castillo do muera de hambre: el piadoso y bien honrado Rey luego mandó que le dieran el castillo e Marcos Gutiérrez envió a Don Diego que viniese a tomar el castillo: Don Diego afrentado alzóle el omenaje e mandó volver el castillo al Rey. Mucho acertara el francés Casaneo en poner este famoso e leal castellano en su catálogo Glorie Mundi.»
Bien merece el héroe de tal temple que su lealtad quede registrada en estas crónicas: los lectores aguilarenses dirán ahora en la forma, manera y ocasión que más les acomode si homenaje tan humilde como este mío personal es bastante para dejar perpetuada entre nosotros la gloria de Marcos Gutiérrez de Benavente.