La Harley de Gompine
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Relato
Éramos niños y cualquier vehículo a motor que circulara por las calles de nuestra villa nos producía una gran fascinación. Entre las motocicletas de Aguilar de Campoo había una especialmente llamativa: la Harley-Davidson de Gompine.
¿Quién era este personaje tan popular?
En la calle Matías Barrio y Mier, hace ya mucho tiempo, había un taller mecánico cuyos socios se apellidaban González, uno y Piney el otro. Puesto que ambos formaban una pequeña sociedad industrial, la sabiduría popular asoció también sus apellidos formando el sobrenombre Gompine, que atribuyó al segundo de los socios.
Uno de los más atrayentes espectáculos que los chavales de entonces podíamos disfrutar era el de ver circular por las calles de Aguilar una Harley-Davidson, negro-azabache, reluciente como unos zapatos de charol. –¿He dicho «ver»…? «Contemplar» sería mejor decir, ya que no otra cosa hacíamos.
Aquella Harley de Gompine, vestido de azul-mecánico, casco negro y grandes gafas de motorista, era, además de una gran motocicleta, un potente trío orquestal de rítmicos sonidos de motor, bocina y tubo de escape expulsando los gases a borbotones.
Gompine solía hacer con frecuencia el recorrido que iba desde su taller hasta la tienda de Asperino, junto a la fuente de igual nombre, atravesando la plaza ante la admiración de cuantos por allí andábamos. Si teníamos suerte, incluso podíamos verlo circunvalar la elíptica que conformaban los Jardinillos.
Quien esto escribe tuvo, además, la fortuna de ver de cerca al mecánico-motero y su Harley cuando aparcaba junto a la
ferretería, adonde acudía a comprar una llave inglesa o un martillo de bola o algunos tornillos… para su taller. En aquellos momentos hubiese sido feliz con tan solo sacarle el brillo al negro-azabache de la moto mientras su dueño se aprovisionaba en la ferretería. Pero desaproveché las múltiples ocasiones que el tiempo generosamente me había brindado antes de que Gompine, para gran desconsuelo nuestro, se fuera de Aguilar.
Alemania ganó un extraordinario mecánico y España lo perdió. ¿Y Aguilar?… Nuestra villa se vio privada tanto de nuestro héroe como de su prodigiosa Harley, que
lamentablemente no volvimos a ver rodar por sus calles.
Sin embargo, al salir Agustín Piney Martínez por la Puerta de Reinosa rumbo a Alemania, entre las murallas de la villa nos dejó un bello recuerdo que aún subsiste en nuestra memoria. El de un hombre cabal y experto mecánico, vestido de azul con grandes gafas de motorista, rodando por las calles de nuestra villa con su poderosa Harley-Davidson, color negro-azabache y sonoros sonidos de motor y tubo de escape a ritmo de jazz.
Casi centenario y con buena salud, reside hoy en Torrelavega.
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